Abril de 2018 fue la expresión de un sentimiento colectivo, de una visión compartida y de valores arraigados entre los nicaragüenses ante la necesidad impostergable de un cambio profundo para construir una nueva nación en libertad, democracia y justicia. Abril fue solidaridad, mostró lo mejor de cada uno de nosotros, de la voluntad ciudadana dispuesta al sacrificio que dejó de lado ambiciones y egoísmos personales por amor a la patria.
Los objetivos de abril siguen pendientes, el espíritu de lucha y la certeza de que la dictadura caerá es un sentimiento que continúa vivo, encarnado en el corazón de la gran mayoría de los nicaragüenses. Abril es un símbolo, un grito, una esperanza, una fuerza que une y no se olvida.
La dictadura Ortega Murillo sabe que abril reverdece constantemente con la misma vitalidad de hace siete años; que no es un simple recuerdo, sino que es fuerza que sigue viva y que todos sus intentos para matarlo son inútiles.
También está consciente de que la resiliencia hizo que los nicaragüenses aprendiéramos a crecer a partir de las experiencias difíciles. Que toda la propaganda, la represión, la persecución y los crímenes no han evitado que nos ajustemos a las nuevas circunstancias, que mantengamos una visión positiva y nos sintamos capaces de enfrentar el inmenso desafío de lograr el cambio que anhelamos.

Saben que están derrotados
Los codictadores se saben derrotados, por eso auto aprobaron una nueva Constitución y nuevas leyes cada vez más autoritarias y represivas; incrementan sus métodos para intentar controlar a la sociedad aumentando la cantidad de miembros del Ejército y la Policía; esconden bajo pasamontañas el rostro de los cada vez más numerosos paramilitares a su servicio; se retiran de las organizaciones internacionales especializadas en derechos humanos y se aíslan del mundo democrático.
Los Ortega Murillo quieren borrar de la memoria colectiva las ejecuciones extrajudiciales, las masacres, las torturas, los destierros, las desnacionalizaciones, el exilio forzado, los encarcelamientos injustos, los juicios amañados y las confiscaciones. Pero a siete años del inicio de esta pesadilla, las víctimas, sus familiares y la comunidad internacional siguen construyendo la memoria histórica y abriendo caminos que nos llevarán hacia la justicia.
Ante el éxito de la red de apoyo internacional a la causa por la libertad de Nicaragua y el castigo para los autores de los crímenes de lesa humanidad, la dictadura incrementa la represión y tono de odio en sus discursos. La codictadora Rosario Murillo evidencia su frustración y fracaso cuando agota todo tipo de insultos y descalificaciones durante sus alocuciones diarias.
No olvidar a los asesinados y reescribir sus nombres no debe verse únicamente como un acto de solidaridad, sino para recordar que tenemos frente a ellos una tarea pendiente, edificar una nueva patria y llevar ante la justicia a sus verdugos.

La esperanza es una fuerza activa
Abril también es reconocer a los jóvenes que entregaron su vida, su libertad, sus estudios y sus sueños en la lucha por un país mejor. Muchos de ellos viven ahora en el exilio, lejos de su familia y su patria. Su sacrificio nos recuerda que el camino hacia la libertad sigue abierto y que nuestra determinación no debe flaquear.
Los nicaragüenses, dentro y fuera del país, tenemos que alcanzar una voz común, inspirada en el espíritu de abril, que nos impulse a buscar caminos en los que dejemos de lado las diferencias y perseveremos en nuestro compromiso de construir una nueva nación.
Para la Concertación Democrática Nicaragüense (CDN), la esperanza no es un deseo pasivo sino una poderosa fuerza activa, movida por la necesidad de un futuro libre. Resistimos con fuerzas renovadas para llevar a la práctica una estrategia consensuada y un plan de acción para aislar aún más, debilitar y derrocar a la más oprobiosa dictadura de América. Los dictadores Ortega y Murillo caerán y los nicaragüenses cumpliremos nuestro sueño de vivir en una permanente primavera en la que gocemos de libertad, democracia y justicia.
La doble amenaza china

En diciembre de 2021 el régimen Ortega Murillo restableció relaciones diplomáticas con China después de romperlas con Taiwán, a pesar de que este fue uno de los pocos países democráticos que mantuvo relaciones con ellos después de la crisis sociopolítica del 2018; y que en ese lapso los encubrió mientras atacaban a su pueblo y destrozaban la institucionalidad del país.
Esta ruptura no fue casual y ocurrió pocos días después que Nicaragua abandonó la Organización de Estados Americanos (OEA). De nada les sirvió a los taiwaneses el triste papel que jugaron, ya que al salirse de la OEA el régimen acabó con todo lo que olía a libertad. Para ello necesitaba aliarse con la dictadura china; para usarla como escudo político en el ámbito internacional y en la medida de lo posible, de soporte financiero alternativo.
En la región, antes de Nicaragua se aliaron con el gigante asiático Costa Rica, Panamá, El Salvador y República Dominicana, pero bajo condiciones totalmente diferentes. Estas naciones, como otras del continente, aprovecharon la posición ventajosa que les otorgó la disposición de China de pagar para quitarle aliados a Taiwán. Para estos países, esto se tradujo en cooperación no reembolsable, sin sacrificar su independencia política de China y sin volverse enemigos de Estados Unidos.
Para Nicaragua fue lo contrario. Lo hizo en desventaja por su aislamiento del mundo occidental y bajo la presión que provocaba la reducción del apoyo de las instituciones financieras internacionales, buscó su protección.

China aprovechó la coyuntura
China aprovechó esa coyuntura y le abrió la puerta, pero a un alto costo. La dictadura Ortega Murillo traicionó al país, entregó la independencia alcanzada hace doscientos años y se convirtió en simple peón de China y su principal impulsor en la región. Los costos de esta decisión son altos en lo político y en lo económico, en el ámbito internacional y nacional.
De hecho, para los nicaragüenses esta alianza es una doble amenaza. En el campo internacional porque las consecuencias de aliarse con el principal adversario de Estados Unidos son impredecibles; y en el nacional porque le entregaron el país a los nuevos colonizadores, que hoy lo invaden y afectan el empleo y el comercio.
Vivimos tiempos de cambios políticos impredecibles. La administración Trump es clara en el objetivo de su nueva política exterior. Quiere un país más seguro, más próspero y más fuerte.
Nicaragua, día a día, profundiza esa alianza y al hacerlo, crea nuevas y constantes amenazas y riesgos para la seguridad americana, mientras para los otros aliados de China en la región no existen mayores compromisos políticos. Así lo demostró por ejemplo, la decisión de Panamá al reclamar que las empresas chinas que operaban en el Canal incumplieron los contratos.
En cambio, Nicaragua está absolutamente comprometida con China, porque siente que parte de su supervivencia descansa en esa protección. Así lo evidencia la decisión de entregar la construcción del Aeropuerto de Punta Huete y el manejo de puertos a empresas chinas, que facilitarán el acceso de militares y armamento chino a objetivos ubicados a escasa distancia de Estados Unidos; esto se convierte en un tema de alta seguridad para ese país.

Frenar el avance de China
Además, al tener relaciones diplomáticas pueden ofrecer la construcción del canal al Gobierno chino y no a un empresario, como ocurrió con Wang Jing cuando no existía la alianza.
Además, mientras la región enfrenta condiciones de alta volatilidad, la dictadura Ortega Murillo promueve el ingreso y participación de China y Rusia, y la salida de Taiwán, en el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), el Parlamento Centroamericano (Parlacen) y otros espacios regionales, para reducir la influencia americana en la región.
La firma de múltiples acuerdos de cooperación y formación en el campo de las comunicaciones, el militar y policial, y el fortalecimiento de la alianza entre el partido sandinista y el comunista, propician que China defienda a la dictadura en foros internacionales, y que Nicaragua secunde en estos foros la posición y la narrativa china contra Estados Unidos.
China le ha ofrecido a Nicaragua, aunque no ha desembolsado, más de 900 millones de dólares en préstamos, están hipotecando el país. Han entregado a empresas chinas miles de hectáreas en concesiones mineras, esto afecta a las comunidades indígenas. En el ámbito comercial, a finales del 2024 las exportaciones totales a China alcanzaron 82 millones de dólares, monto que todavía no iguala lo que se envió a Taiwán en 2021.
Además, una invasión de comerciantes chinos está desplazando a los negocios nicaragüenses bajo un sistema corrupto de inversiones e importaciones preferenciales en donde los empleos que generan son mal pagados y con malos tratos.
Desde la Concertación Democrática Nicaragüense (CDN), rechazamos esta entrega al nuevo colonizador, la traición de los Ortega Murillo a la independencia del país y a los nicaragüenses y llamamos a Estados Unidos y a los Gobiernos centroamericanos a frenar el avance chino y el riesgo de seguridad que conlleva en lo individual y en lo regional.