El contagio del modelo orteguista

El fraude descarado que impulsa Nicolás Maduro con apoyo de la cúpula militar constituye un verdadero golpe de Estado contra la soberanía popular, y llevó a analistas y medios de comunicación internacional a compararlo con las prácticas del régimen Ortega Murillo. Incluso, Thomas Shannon, prestigioso diplomático estadounidense con experiencia en la región, señaló que uno de los caminos que le queda a Maduro es radicalizar su régimen para seguir el modelo de Nicaragua; y Enrique Márquez, candidato presidencial y exrector del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela teme que Maduro en lugar de escuchar a Gustavo Petro, Lula Da Silva y Manuel Andrés López Obrador, siga los consejos de Ortega.

Este pronóstico nos hace considerar cuáles son, hasta ahora, las diferencias entre el modelo chavista-madurista y el orteguista; y las razones que explicarían la simpatía por el modelo dictatorial orteguista que lo vuelven replicable en América Latina.

Hasta el 28 de Julio se consideraba que Venezuela estaba sujeta a un régimen híbrido que transitaba desde una democracia imperfecta a un régimen autoritario; en cambio Nicaragua ya tiene un régimen totalitario consolidado, sin ningún atisbo de pluralismo político ni posibilidad de elecciones medianamente aceptables. Además, mientras Venezuela, por los efectos de las sanciones comerciales, económicas y financieras tenía incentivos para negociar algún nivel de apertura, por la ausencia de estas, los Ortega Murillo carecen de aliciente para otorgar alguna concesión democrática.

Ambos regímenes aseguraron el control de todos los poderes del Estado y organismos públicos; aplican un modelo de seguridad diseñado por los cubanos, en el que las instituciones estatales y organizaciones partidarias, garantizan el control social y están siempre prestas para reprimir; poseen elementos de economía de mercado con tolerancia para algunos empresarios tradicionales, pero bajo un modelo de capitalismo de amiguetes, asentado en la corrupción y el abuso del poder.

Nicaragua en mayor grado que Venezuela cerró todos los espacios de participación. Canceló los partidos políticos de oposición, desterró y desnacionalizó a sus dirigentes y cuadros territoriales; clausuró las organizaciones del sector privado; restringió la libertad religiosa, desmanteló sus instituciones, encarceló y expulsó a sacerdotes y pastores evangélicos; cerró universidades privadas, medios de comunicación independiente y los de las Iglesias; eliminó la personería jurídica a más de cinco mil Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y confiscó sus bienes.

En definitiva, una labor de tierra arrasada contra todo aquello que no está bajo su control o pueda retar su absoluto dominio sobre la sociedad, proceso al que se dirige Venezuela para convertirse, igual que Nicaragua, en un estado forajido, caracterizado por el incumplimiento de leyes y convenios internacionales, y por ignorar las decisiones de los organismos cuya finalidad es preservar el orden mundial.

Existe un paralelismo entre las políticas represivas y de persecución de ambos regímenes que cometen crímenes de lesa humanidad. La Operación Tun Tun de Venezuela, es similar a la Vamos con Todo que ejecutaron los Ortega Murillo contra miles de nicaragüenses que ejercieron su derecho a la protesta, dirigentes políticos, sociales y empresariales, que capturó sin orden judicial, sometió a torturas y condenó sin el debido proceso. También es similar la narrativa de un supuesto golpe de Estado, que solo existe como justificante de la represión por parte de Ortega y de Maduro, quienes realmente son los que dieron un golpe contra la voluntad popular.

Venezuela y Nicaragua son parte de la internacional totalitaria encabezada por Rusia, China y Cuba, entre ellos intercambian información sobre las mejores prácticas y legislaciones más apropiadas para el control social y la eliminación de la disidencia. Actualmente Nicaragua demuestra que es el más avanzado, por eso exporta sus exitosos métodos represivos y antidemocráticos.

La Concertación Democrática Nicaragüense (CDN), considera que los Ortega Murillo fundamentan su hegemonía en la fuerza, la coacción, la anulación de todo pensamiento crítico y la capacidad de articular una posición diferente a la oficial, su ideología es preservar el poder y heredarlo. La sostenibilidad de su modelo, basada en el fracaso del actual orden internacional, para garantizar el respeto de los derechos humanos, la democracia, la justicia universal y los principios del derecho internacional, constituyen el principal acicate para reproducirlo. Por tanto, la comunidad internacional debe reinventarse para enfrentar los nuevos retos contra la paz, la seguridad democrática y los valores de humanidad.